Esta obra dramática, desde un punto de vista
personal, puede compararse en su totalidad con la relación que mantienen,
tristemente en muchos lugares, el gobierno con el ciudadano. Son claros los
ejemplos y los elementos que muestra la autora en la obra para decir que, al
menos en este caso particular, el gobierno exprime al ciudadano hasta el punto
de desnaturalizarlo y prohibirle tener un juicio personal. La forma en que se
narra la historia va en aumento de intensidad de una manera macabra, asfixiante
y angustiante. La forma cortés y servicial en que el ujier y el Funcionario
tratan al personaje principal desde el inicio hacen que durante el transcurso
de la obra, esa misma cortesía se torne agresiva y enloquecedora. Tal trato es
el que parece recibir una sociedad de parte de un gobierno cuando lo que este
le brinda en realidad es algo de mala calidad y le hace pensar a la sociedad
que tiene que sentirse agradecida por ello. Otro punto en el que pueden compararse
es cuando se reducen gradualmente los beneficios que le otorga el gobierno al
pueblo. En el caso de la obra, la habitación se va reduciendo de tamaño, el
Funcionario roba el reloj del personaje principal y le otorgan una muñeca de
mal gusto para que se entretenga. En nuestro país podemos compararlo con muchas
situaciones que suceden; por ejemplo, los precios de la gasolina que van en
aumento de manera continua, sin que haya alguna otra alternativa o un alza
también en los salarios. Así mismo, el papel de la muñeca de porcelana podría
ser comparado con el papel de ciertos canales de televisión en nuestro país,
que son de mal gusto y sin contenido de valor, pero que tienen a la mayor
audiencia de todos los canales televisivos.
No
puede pasarse por alto lo sucedido en el golpe militar de 1976 en Argentina,
país natal de la autora de la historia, pues aunque esta fue escrita mucho
antes, en 1963, bien refleja lo sucedido a miles de personas del mismo país
años después. Aquello también había sucedido en Alemania con el Holocausto de
la Segunda Guerra Mundial, cuando tomaban a las personas y les hacían creer que
eran trasladadas a un lugar mejor, que serían rescatados o protegidos,
manteniendo muchas veces la esperanza en sus mentes, cuando en realidad nunca
iban a poder salir libres.
Este
es un excelente ejercicio para cualquier persona que vive en grandes ciudades,
en donde la rutina y los sucesos cotidianos muchas veces no dejan lugar para
reflexionar o para cuestionarse sobre lo que el Estado está haciendo bien o mal,
o cuestionarse sobre lo que cada uno quiere dedicar su tiempo, su dinero y su
vida. La situación descrita en la historia es muy directa y las personas que no
han vivido un secuestro de ese tipo pueden pensar que no sucede en la realidad,
pero puede ser justamente lo que vivimos día tras día sin darnos cuenta,
manteniéndonos apegados a elementos hipnotizadores sin valor, dando nuestro trabajo y esfuerzo a un sistema
que no nos regresa nada a cambio y, al contrario, nos oprime.
Foto: Daniel Anaya |
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