Nuestro papel como lectores es peligroso, sobre
todo en un mundo globalizado en el que las grandes empresas tienen a la mayor
parte de la población en una burbuja de colores y efectos especiales. La gente
lee lo que quiere, pero cuando las grandes editoriales buscan publicar lo que
más va a vender en lugar de lo que alberga un contenido más profundo y que
requiere de reflexión, entonces estamos en problemas. “Étonnez-moi! (¡sorpréndame!)
– es el deseo de un empresario, no el de un auténtico lector” (Manguel). Es
verdad que los lectores, mientras más obras conocen y analizan, se vuelven más
agudos en sus críticas hacia lo que leen; pero depende también de cuál sea su
motivación para leer, pues si buscan la reflexión y el escape de la monotonía
para aceptar propuestas nuevas y pensamientos variados de escritores diversos,
será muy diferente a que lo hagan por la necesidad de aprobar un curso o querer
juzgar a una novela igual que lo hacen hacia una película.
Leer es una actividad personal que, como me lo
han dicho varios profesores anteriormente, mientras más lento, mejor. Esta
actividad nos une como seres humanos y nos invita a reflexionar sobre muchas
culturas y pensamientos alrededor del mundo, nos abre el panorama y nos brinda
tolerancia para aceptar ideologías diferentes. Leer es una actividad solitaria,
es una forma de comunicación íntima entre el lector y el escritor, pero esto
nos hace compartir ideas con nuestros cercanos e interactuar de una forma más
consciente, más reflexiva hacia el mundo en el que estamos viviendo. La
importancia de leer puede hacer la diferencia entre una catástrofe y la paz
mundial. Así como lo mencionó Vila-Matas en “Escribir es dejar de ser escritor”,
no puede haber nada menos agresivo que un hombre que baja la vista para leer, para
abrir su mente y su percepción al mundo, a otro ser humano igual que él que
está compartiendo sus sentimientos más íntimos con el mundo entero.
La nuevas tecnologías tal vez nos alejen del
recogimiento que ofrece la lectura, pues se tiende a pensar que cada vez
necesitamos impulsos más agresivos para reaccionar de la misma manera a un
sentimiento propuesto; las películas con efectos de sonido, cines que nos hacen
“sentir” los fenómenos de la acción, tecnología que nos hace escuchar el sonido
de un alfiler cuando cae, etc.; pero los libros han sobrevivido a lo largo del
tiempo y ninguna tecnología ha podido crear hasta el momento los fuertes
sentimientos que puede provocar la imaginación de cada persona a la hora de
sentarse en silencio a leer. La propia mente puede crear los escenarios más
escalofriantes o los sentimientos más hermosos, todo a través de las palabras y
de una persona que se preste para abrir ese portal, siendo lo suficientemente
valiente para alejarse un poco de la caja de luz y así abrir el universo infinito
de su mente.
Foto: Daniel Anaya |
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